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EL GALLITO DE LA CRESTA DE ORO
¡Hola, amiguitos! Soy Paula. Os voy a contar el cuento de “El gallito de la cresta de oro”. Escuchad!
Un matrimoni viejecito era tan pobre que no tenía nada para comer. Un día se fueron al bosque a recojer bellotas.
Comiéndolas en su cabaña a la anciana se le cayó una bellota al suelo y poco tiempo después asomaba una ramita por
entre de las tablas en el suelo. La anciana le dijo a su marido:
- Quita una tabla del piso para que la encina pueda seguir creciendo y tengamos bellotas en casa.
Así lo hizo el anciano y el árbol siguió creciendo hasta que llegó al techo, entonces el viejo quitó el tejado
y la encina siguió creciendo y creciendo hasta que llegó al cielo. Habiendose acabadas las bellotas que habían
traído del bosque el anciano empezo a subir por la encina que había crecido en su casa.
Tanto subió que al fin se encontró en el cielo. Y allí vio un gallito de cresta de oro junto a unas muelas de molino.
El anciano tomo el gallo de cresta de oro y las muelas y bajó por la encina a su cabaña y preguntó a su esposa:
- ¿Qué podríamos comer?
La viejecita le contestó:
- Espera, vamos a ver como trabajan estas muelas.
Se puso a hacer como que molía y empezaron a salir flanes y pasteles sin parar.
Los ancianos se pusieron muy contentos y cenaron suculentamente. Un día pasaba por allí un noble.
Entró a la cabaña y preguntó a los ancianos:
- Señores, ¿no podrían darme algo de comer?
Y la anciana le dijo:
- ¿Quieres flanes y pasteles?
Y tomando las melas se puso a moler y en seguida salieron un monton de flanes y pastelillos.
El noble se los comió y cuando terminó, preguntó a la anciana:
- ¿Quieres venderme las muelas?
- ¡No! Comemos gracias a ellas.
Entonces el nomble envidióse de bien ajeno, robó las muelas y se marchó.
Cuando los ancianos notaron el robo, se entristecieron y empezaron a lamentarse.
Pero hoy aquí que el gallito de la cresta de oro les dijo:
- ¡Esperad! ¡Lo alcanzaré!
Echó a volar. Llegó al palacio del noble, se sentó encima de la puerta y empezó a cantar.
- ¡Qui-qui-ri-qui, señor! Devuélvenos las muelas de oro que nos robaste.
En cuanto oyó el noble el canto del gallo ordenó a sus servitores:
- ¡Coged este gallo y tiradlo al pozo!
Los criados cogieron al gallito y lo tiraron dentro del pozo. Y el gallito dentro del pozo decía:
- Pico, pico, ¡bebe agua!
Y se bebió toda el agua del pozo. En seguida salió del pozo y voló otra vez al palacio del noble.
Se posó en el balco y siguió cantando:
- ¡Qui-qui-ri-qui, señor! Devuélvenos las muelas de oro que nos robaste.
El noble le ordenó al cocinero que metiese al gallo en el horno para cocinarle. Pero una vez dentro de horno empezó a decir:
- Pico, pico, ¡vierte agua!
Y con el agua que virtió apagó toda la lumbre del horno y salió de él. Otra vez echó a volar.
Entró en el palacio del noble y cantó por tercera vez:
- ¡Qui-qui-ri-qui, señor! Devuélvenos las muelas de oro que nos robaste.
En aquel momento se encontraba el noble celebrando una fiesta y sus invitados al oír al gallo salieron asustados.
El noble corrió tras ellos para tranquilizarlos y el gallito de la cresta de oro en ese momento cogió las muelas y
se fue volando a la cabaña del anciano matrimonio.
Éstos se pusieron muy contentos y en adelante vivieron muy felices sin que gracias a las muelas de molino les faltase
nunca que comer.
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